jueves, 3 de septiembre de 2009

Viaducto

Estaba sentada en la esquina de la banca, los pies bien apoyados sobre el suelo, las manos sobre sus rodillas. Su cuello de búho giraba impaciente de derecha a izquierda una y otra vez, Martín no llegaba.
El café se había quedado sobre el buró y la carta medio abierta de Veronica descansaba, indignada, sobre la almohada verde de su destendida cama. Tomó su cubo de colores, lo desordenó, fue mecánico: dos a la izquierda, dos a la derecha, azules por rojos, rojos por amarillos, estos por verdes y nunca verdes por los primeros. Continuamente desacomodado, el cubo cedía ante la pasión de la mujer desesperada.
El retraso de media hora no convertía la llegada de Martín en un alivio, ansiosa por cubrir su deseo le mostró su cubo, perfectamente ordenado. El coche esperaba en la esquina, largo, negro, ni tan nuevo ni tan bueno, pero, de manejo suave. El aire insoportable llenaba el interior del auto, los vidrios bloqueados, la radio descompuesta, su voz cínica de hombre guapo lejos muy lejos. Tomarían vino, ella lo sabía, mucho vino; caminarían, fumarían, e, irían al bar de siempre a escuchar la misma banda mala de jazz electrónico. Una noche ácida.
Claxón, se repite estridente al unísono, ella avanza, ni se percata del mal humor del resto de los conductores. La mano sobre su pierna, quiere no sentirla; imagina el vino, la copa, la mesa; imagina el aroma, el color; imagina el primer sorbo, como dulce seda que se desliza por la lengua y por todo el cuerpo envolviéndolo. Ve su mano sobre su cabeza acomodándole su largo cabello negro, siente que se deslizan sus dedos por su cuello. Los ojos quieren cerrarse, capturar para siempre el momento.
Él la ve inmóvil, quizá desesperada por el tráfico, el humo de todos los coches capturados entre los espacios que existen entre ellos. Resiste la tentación de evadirse, disfruta la tortura, lo ve, sonriente.
Esa noche no fumaron, ni salieron, tampoco caminaron. Tomaron la copa, y bebieron cautelosamente el vino, se dejaron abrazar por él, rendidos el uno ante el otro. El beso, labios que se quiebran, primera punzada del tacto, sentidos entremezclados, un sólo corazón que se estremece y palpita.


5 comentarios:

Emili0 dijo...

no se por que pero el primer parrafo me recordo a lynch, espaesificamente el abecedario
y el final estoy seguro que hizo llorar a Baco
p.s.- vamos a platicar en persona, pero para entrar a fondo en la metafisica de las palabras se necesita un poco de asistencia del 1,3,6-trimetilxantina o 3,7-dihidro-1,3,7-trimetil-1H-purina-2,6-diona

uh uh uh dijo...

Yo pensaba más bien en Buñuel y su deterritorialización de la meta-imagen.

Sobre todo en el medio. Ahí se nota la futilidad de las referencias posmitológicas en un contexto ajeno al necesario.

Todo sea por mostrar lo inteligente que soy.

uh uh uh dijo...

BTW, nunca tomamos vino en copas. Deberíamos conseguir unas.

O irnos a bailar.

Mondblüme dijo...

Una vez, me subí a su coche y me enseñó un cubo de colores recién resuelto. Luego no vino ni el vino, ni el beso, pero hubo cosquillas y pecas.

(El último párrafo me lo llevo a la almohada.)

Meruti Mellosa dijo...

Cómo es musa la ciudad. Y cómo es difícil cerrar los ojos y de verdad conservar la imagen para siempre.