domingo, 11 de octubre de 2009

El gigante y yo

-Esto no pasa.
-Sí, sí pasa, ven, deja te abrazo.
-¿Porqué?
-Porque te quiero. ¿Es inevitable?
-Lo es.
-Vaya. (Beso en la frente)

Y ella sueña que lo ve crecer, sí, lo ve hacerse cada vez más fuerte. Impresionada corre hacia él y lo admira, le manda un diminuto saludo, no mide más de cincuenta centímetros y él ya ha alcanzado los seis metros.
Pronto iniciará la batalla mortal entre los dos dragones de fuego, uno bello y joven intentará salvarse del imperio mortal del segundo. El pueblo teme por sus vidas, la misma batalla podría acabar con todos los plantíos y casas de los alrededores. En el bosque no queda ni un solo animal, los destrozos serán inevitables. Sólo dos cosas podrán salvarlos a todos: la lluvia y el gigante.
Ella se ató del collar de éste, llevaba en su cinturón polvos mágicos para curarlo y en su corazón palabras dulces para alentarlo. Los dos esperaban en medio del campo de batalla el momento inevitable.

-Ya es tarde, de nuevo te dormiste.
-Lo siento es que ando muy cansada.
-Sí, lo sé, ven vamos a casa.