La ciudad respira cuando caminas por sus calles sucias. Saliste temprano de casa, pensabas en el gris de la bufanda, en el gris del gato, en el gris del cielo, te sentías tranquila porque a tí no te asusta la lluvia. Tomaste el camino más largo para llegar al parque y en cada paso pensabas menos en el gris y un poco más en él. Pensabas en el café de sus ojos, recorrías la distancia que los separaba sabiendo que nunca llegarías e imaginabas que allí estaban mas juntos que nunca. Caían hojas pseudo otoñales en el suelo y corrías tras ellas para hacerlas tronar bajo tus pies de niña.
El parque tiembla con tu risa y el rocío se pega a tus zapatos limpios. Te meces en uno de los columpios mojados, no muy preocupada por dejar húmedos tus jeans nuevos. Piensas en la distancia, dejas de respirar, te sientes muy sola. Pero tu corazón palpita, lo invoca, sientes su mano en la mejilla. Dejas caer unas cuantas lágrimas saladas al mismo tiempo que una nube pesada arroja al suelo gotas diminutas de agua helada.
Las flores se quedan sin sus pétalos cuando te desmoronas y dejas de pensar tanto en la mano como en el beso. Estás dispuesta a dejarte caer, deseas ser el rocío que se pega a sus pies ,o la hoja que truena bajo sus zapatos, o la ciudad que respira cuando él camina; tu corazón arde en deseo pero sólo piensas en desaparecer.
Mis ojos brillan cuando te fusionas y te conviertes en este pseudo otoño, mis ojos brillan cuando el pasto húmedo en el parque eres tú y ningún otro pasto podría serlo.
1 comentario:
Me deshago, y sí, lloré en el parque, porque valía la pena llorar al mismo tiempo que las gotas azotaban en contra del suelo crujiente. Y me dejé caer, y me rompí, creo.
(You've just killed me. No sé ni cómo agradecerlo.)
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