Te dejaste seducir por sus joyas de plástico,
cuando las tuyas eran de esmeralda.
Ignoraste su impiedad,
cuando tu tierra roja todavía le rezaba a Tláloc.
Empezaste a bailar con tu ritmo norteño
unos swings que no te quedaban.
Dime María que hiciste del acordeón,
dime María si aún cantas.
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Nada, te recorro palmo a palmo
pero no estás, no eres tu.
Parece que oigo tu voz,
pero es una extraña la que canta.
Esa voz, María, la vendes a esos extraños
que con baratijas te pagan.
Sí, aún te ves linda,
con tus alhajas,
que no son ámbar ni esmeralda
y no significan nada.
3 comentarios:
Ohh. Diría que me gusta, pero no lo haré.
A mi si me gusta, tambien me gusta el nuevo look de tu blog.
We are used to. So used to.
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