Ayer vi nuestras manos moviéndose, mi mano derecha buscando tu mano izquierda y mi mano izquierda tu rostro. No sólo las vi moviéndose, sino que sentía mi corazón palpitar, deseante del fin del movimiento. Anhelando tocar tu rostro y tomar tu mano.
Ayer sentí que el tiempo huía, deslizándose.
También ayer, agoté todo mi pensar en ordenar el movimiento.
Tú me dijiste hoy que no viste nada moviéndose, y me enojé, luego me reclamaste por no haberte tomado la mano, me tachaste de fría y sostenías firmemente que yo no te quería. Lloré y te quise ver en la noche; cuando llegue al café ya estabas tú allí, y cuando quise saludarte, de nuevo no pude tocarte. El tiempo seguía huyendo y nosotros seguíamos moviéndonos sin jamás llegar a terminar nuestro mover.
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2 comentarios:
¡Vaya!, eso del lo-que-sea no terminó en el lo-que-sea... ¡Muy bien!, al final siempre no sé si es verdaderamente algo que pasa, pasó, o pasará... o algo que simplemente escribes...
Me gusta el movimiento pero no me gusta esperar, eso está extraño, pero lo que tú escribes me gusta.
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