viernes, 20 de marzo de 2009

Relato del "Monte de las Cruces"

Y esa misteriosa anciana optó por sentarse junto a mí. Usaba lentes de mica negra, una blusa de fondo blanco llena de florecillas azules y de diminutas hojas verdes. No creo que mi mirada haya sido muy discreta, y por eso mismo, me pregunto porqué no volteó nunca a verme. Su falda gris llegaba mas abajo de sus rodillas, usaba medias claras, y zapatos de piel negros. La verdad, ahora que lo pienso, creo que ni siquiera notó mi presencia, a pesar de ser la segunda vez que se sentaba a mi lado en la semana.

Para caminar usaba un bastón gris, como su falda. En sus hombros llevaba una mochila negra terriblemente pesada, o al menos eso creí al verla, también cargaba un suéter azul claro, como el de las flores de su blusa.


El autobús iba lleno, bueno, casi, a mi izquierda quedaba un lugar vacío. Nadie quizo sentarse allí, tampoco entiendo porqué, ¿los habré visto feo? o será que simplemente les gusta andar de pie. En fin, cuando vi a dicha anciana pequeña, de bastón y arrugada no dudé en dejarle claro que se sentara a mi lado, no porque sintiera la necesidad de llenar ese "vacío", sino porque me parecía impensable que se quedara parada. Imaginen como me sentí, cuando la vi darme la espalda y sostenerse de uno de los tubos de metal del bus. El asiento seguía vacío y terminé durmiéndome.
En algún momento del camino sentí que debía despertarme, estaba esa viejita "limpiando" el asiento a mi lado. Yo no vi ninguna migaja o basura que "limpiar", pero aparentemente ella sí y ¡vaya que eran muchas! Finalmente, en un proceso que yo creí no terminaría, se sentó, para lo cual acomodo de cinco maneras diferentes la mochila (pesada) sobre sus piernas, optó por la cuarta forma. El suéter también tuvo que ser constantemente "rehubicado" sobre la mochila, hasta que decidió ponérselo. Así esa señora arrugada tenía una mochila enorme "acostada boca arriba" sobre sus piernas y con un bastón entre éstas.
Me parece increíble que aún no les haya dicho que durante todo este tiempo murmuraba; primero pensé que me hablaba y me desperté, pero no, se hablaba a sí misma. Ésta podría ser otra razón por la cual ni me haya visto cuando le hice "evidente" que había un lugar junto a mí, ni cuando la observaba detenidamente. En fin, ingenuamente creí que podría dormir sin mayores "distracciones", pero no; aquella pasita toda arrugas no dejaba de sacudir su ropa, de la misma forma que limpió el asiento, como si cubierta de polvo, intentara desesperadamente quitárselo de encima. Pensará quizá el lector que soy una quisquillosa, pero vaya, me inquietaba que se moviera tanto la señora esa, usualmente la gente se sienta y ya, casi ni nos damos cuenta de su existencia (lo cual no digo que sea bueno) pero nadie antes había tenido esa obsesión "quita polvo".
Añado a esto que, cuando no se "sacudía" se sostenía fuertemente del respaldo frente a ella y se inclinaba hacia adelante y hacia atrás, como si estuviera orando. Eso sí, pies y piernas permanecían inmóviles.
Yo no podía ya ignorarla, lo que pasaba por la carretera me tenía sin cuidado. ¿Qué diablos limpiaba o sacudía? ¿debía y debo hacer yo lo mismo? ¿porqué nadie más se le queda viendo "raro"? y sobre todo ¿qué tanto murmuraba? Gracias a sus lentes, los ojos se le veían pequeños, no parecía estar loca, de hecho su concentración le daba un aire autoritario y "cuerdo". Creo que sí, me daba un poco de miedo; se veía pequeña, pero no por eso débil, realmente prefería no dormir por temor. No podía saber que haría esa curiosa mujer, a qué se dedicaba y cuando hay tanto misterio, mas vale dudar. Así pasó el camino o pasamos nosotros por él y llegamos a la panadería del pueblo. La anciana tomó su bastón primero, luego sujetó su mochila, la cargó con su brazo derecho; ápoyándose en el bastón, sin mucho esfuerzo logro levantarse. Murmurando se colocó, diestramente, la mochila en su espalda; volteó a verme o eso creo. Quizá veía las cosas de manera distinta a nosotros y por eso tenía que "sacudirse"de eso que yo y los demás no podíamos notar.
Le sonreí, por si las dudas me reprochaba con esa mirada seria y fría, el haberla observado durante todo el camino. ¡Qué chistosa le salía yo, sonriéndole! Pena debía haberme dado. En fin, ni siquiera lo notó o al menos eso me pareció y sigue pareciendo. Bajó lentamente del autobús porque se había "soltado" la lluvia (el porqué y de dónde se soltó, lo ignoro) Así que de nuevo, me encontraba sola, nadie se sentaba a mi lado a pesar de venir lleno el "camión". Opté por dormir, esta vez confiaba en la normalidad de las personas que me rodeaban. Error mio, pensarán ustedes, y no los contradigo; pero, la necesidad de dormir, se pudo presentar en mí entre esa gente medio ausente, la gente promedio.

2 comentarios:

Leonardo G.O. dijo...

¡Qué agradable!, ¡me gustaría tener al lado a un loco-si-no mientras me encontrare en el tramsporte--- Me gustó el relato.

Pau dijo...

A mí también me gustó. Envidio tus aventuras en los Monte de las Cruces, las mías son bastante sin-chiste ;)
Un abrazo!