Las bancas verdes del parque permanecían vacías, el niño de la playera verde pateaba una pelota roja contra la reja, su hermana gritaba su nombre conforme se alejaba. Las calles abandonadas respiraban, liberadas de nuestros pasos. Y el columpio cedía ante el movimiento de mis piernas.
El pasto descuidado, de su color triste me hería, también los juegos destrozados, los arbustos mutilados, la naturaleza muerta. El columpio no deja de mecerme, suave, el viento levanta mi cabello. Sonámbula, pienso que soy esa naturaleza. Sólo los sentidos, exitados, me mantienen viva, respiro con las calles ese mismo aire liberado.
La hermana ya se fue, el niño sigue jugando, me observa. La cabellera revuelta, cansado, los ojos llenos de amor me lanza la pelota. La regreso, la devuelve, ida y vuelta. El columpio abandona su rechinar, se pierde entre ese parque medio muerto. De mi piel brotan gotas de rocio. Pueden reverdecer el pasto, enderezar el arbusto pero no logran componer el tobogán.
Oscura y vacía llega la noche, la pelota en brazos corremos tras los últimos rayos del sol. Caigo, una piedra negra tuerce mi tobillo; busca mi mano, me levanta, ya no hay luz. En casa no nos recuerdan, somos completamente invisibles. La gente ve la pelota verde moverse, no dicen nada, han cultivado el arte de la indiferencia.
5 comentarios:
Lo inhumano es más visible que lo humano
La indiferencia es lo que más me ha herido. En esos casos mi corazón me canta muy bajito al oído: "I am all the days that you choose to ignore".
Por cierto, yo quiero una pelota mágica que cambie de rojo a verde, como esa.
solo debes conseguirte una playera verde que se haga roja
Sigo sin entender de qué se trata.
Tonto simbolismo.
Muy buen ambiente de desolación, me dieron escalofríos.
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