Martes, gira encendida en lágrimas
la mujer con los ojos de luna.
Serpentea la vieja bufanda sobre la mesa,
arde en llamas la antigua colonia.
Juega alrededor del cuello,
brillan los recuerdos,
palabras impresas
en el techo verde,
imaginario revuelto,
revolotea...
Miércoles por la mañana,
la misma mujer,
la bufanda hecha cuello,
respira hondo, deja de girar.
1 comentario:
Hay días en los que el techo verde se marchita, lo has visto. Cuando esto sucede dan ganas de gritar, pero para eso existen las bufandas: para apretar la garganta y evitar que el sonido aturda a los demás. Cuando hay lágrimas son silenciosas, como cuando la lluvia llena las rosas y el exceso de agua escurre por los magullados pétalos, marcando canales que luego, cuando salga el sol o cese la lluvia, desaparecerán. La Pachu y la Alicia no necesitan palabras, porque saben que nunca son suficientes para describir lo que hay dentro, unas cuantas pestañas bastan, un beso en la mañana es suficiente, un sólo vistazo y lo saben.
Gracias, Alicia.
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